Quería tener un día ya sin tanto correr de un lugar a otro. Además que había temas pendientes que quedaron desde la primera vez que llegué a Paris y con mis amigos que no les gusta caminar tanto ni tener la curiosidad de ver todo lo que era posible ver.
Regresé nuevamente a ver el museo de Louvre ya que, para verlo completamente y casi sin detenerse mucho en cada cosa, se necesita al menos dos días enteros. Yo tuve la curiosidad de ver casi todo en ese museo. Regresé para admirar por más tiempo las obras clásicas ya citadas y vistas, además poder ver los demás tesoros, pinturas y esculturas y ahora si con todo el tiempo para mi solo, comprar las postales de aquellas pinturas que me gustaron más.
Debido a la cantidad de caminatas que ya llevaba en los últimos días y el no comer bien por no querer gastar tanto en comida, ya me estaba pasando la cuenta. Me dí cuenta que de algo estaba mal porque me comenzaba a sentir un poco mareado y muy cansado. Cada sala que pasaba tenía que sentarme porque con unos cuantos pasos que daba me sentía sumamente cansado.
De plano decidí comer bien bien, como se debe no importando cuándo me costaría. La opción mas cerca sin duda era el propio restaurante del museo. Así que me metí y el servicio es una especia de barra en donde vas agarrando cada cosa que quieres comer, cada cosa tiene un costo así que puedes tomar solo algo muy sencillo hasta armar una comida completa.
En mi caso tomé melón picado con fresas, un pequeño queso camembert, una botellita de vino, pasta en crema de champiñones, y como guisado principal fue pato con lentejas. Era muy abundante ya que las porciones son generosas. En total por todo eso me costó 32 euros.
No importaba el costo, sabía que tenía que comer bien. Efectivamente, conforme comía sentía que por fin mi estómago me lo agradecía, así como mi propio paladar al darle la comida que estaba muy rica. Sentí nuevamente la energía que estaba volviendo a mi cuerpo así como si me hubieran conectado a pilas nuevas.
Ya con energías, salí del museo para caminar por el pequeño centro comercial que está junto al museo y en donde debajo está supuestamente el santo grial según Dan Brown en su libro "El código Da Vinci". Caminé por la "plaza de la concordia" y consultando la guía, me dirigí a un lugar donde se venden helados muy buenos y "baratos". El helado hasta lo sirven de tal forma que parezca una flor.
Ya en la tarde-noche me fui aun Internet para saber de mi familia y de algunas noticias; conectarme poco a poco al mundo porque mi regreso sería dentro de 3 días a partir de ese momento.
Al anochecer, se me había hecho ya un pequeño habito: comprar un pan, papas o lo que sea con una botellita de vino e irme a sentar a la orilla del sena como mucha gente lo hace, algo así como su "noche" de campo ya que llevan todo para comer, tomar junto con manteles y todo para convivir con los amigos que salen de trabajar.
1 comentario:
uff, tengo tanta hambre que ese pato se me antojo, ji,ji,ji.
El helado se ve suculento.
Que bueno que te regresaste a verlo con calma. Estar en un lugar así y no visitarlo o intentarlo visitar por completo es un pecado.
Publicar un comentario