Alguno de los pocos seguidores de este blog sabrán que de niño mi familia era muy pobre. Todas las cosas de consumo diario las comprábamos en el mercado. Ir a alguna tienda departamental era un lujo que no podíamos darnos.
Solo pocas veces íbamos a una tienda departamental del ISSSTE. Para aquellos que no viven en México, en esas tiendas son un tanto subsidiadas por el gobierno y contienen productos que la mayoría son de una calidad inferior a lo que se encuentra normalmente. Pero mucho más barato.
A mi papá le daban vales para cambiarlos ahí, no recuerdo bien la fecha aproximada en el año en que sucedía eso pero me imagino que debió ser cuando le daban su aguinaldo. Para mi hermano y para mi era como ir como a un día de campo, solíamos ver los estantes llenos de productos que no veíamos regularmente. Esos empaques multicolores parecían como si la misma felicidad habitaba en la tienda.
Lógicamente sólo nos limitábamos a ver. Los vales eran destinados para comprar arroz, frijol, jabones, pasta de dientes, aceite, café y leche en polvo. A mi siempre me llamaba la atención las cajas de los cereales, tenía ganas de que compraran unos Corn Flakes, Fruti Lupis o algo similar. Se veían tan coloridos y prometían un desayuno completo con una familia feliz como si nada más importara. Trataba de convencer a mis papás sobre todo por el aporte “vitamínico” que daba en el desayuno, según decía en la caja, pero nunca pude convencerlos.
Mi desayuno consistía un vaso de leche en polvo con chocolate (el más barato era uno que se llamaba “choco-choco”) y con un huevo de alguna de las gallinas que teníamos. Me gustaba pero hacía falta un sabor más.
En pocas de esas idas a cambiar los vales, mi papá echaba al carrito un frasco de mermelada. Mi hermano y yo nos mirábamos y nos poníamos felices! Íbamos a probar esa textura pastosa pero dulce sabor a fresas!!.. Ni comprábamos fresas a lo largo del año pero en mermelada al fin teníamos algo que embarrar con un pan blanco.
Pero más allá del sabor dulce de la mermelada, nos daba felicidad de que mi papá tenía un poco más de dinero para permitirse comprarnos esa golosina. Era una sensación de tranquilidad de que le estaba yendo bien y que aunque sea por esa pequeña temporada, estábamos con el bienestar que requería mi familia. Es extraño, con ese pequeño detalle sentíamos que teníamos tranquilidad, seguridad y bienestar.
Ahora casi no compro mermelada por ser muy dulce y al ser propenso a tener diabetes por herencia, trato de evitarlo. Pero hoy la compré y el recuerdo de esos sentimientos vuelven a mi mente al tener la mermelada en mis manos. La veo con ese color rojo oscuro y al destapar, el olor a dulce con fresa, sonrío sintiéndome más a gusto.
En estas próximas semanas necesitaría comprar muchos frascos más. Para no sentirme tan presionado porque, al parecer, nuevamente estaré bajo el estrés con el que pocas veces sentimos en la vida.
Solo pocas veces íbamos a una tienda departamental del ISSSTE. Para aquellos que no viven en México, en esas tiendas son un tanto subsidiadas por el gobierno y contienen productos que la mayoría son de una calidad inferior a lo que se encuentra normalmente. Pero mucho más barato.
A mi papá le daban vales para cambiarlos ahí, no recuerdo bien la fecha aproximada en el año en que sucedía eso pero me imagino que debió ser cuando le daban su aguinaldo. Para mi hermano y para mi era como ir como a un día de campo, solíamos ver los estantes llenos de productos que no veíamos regularmente. Esos empaques multicolores parecían como si la misma felicidad habitaba en la tienda.
Lógicamente sólo nos limitábamos a ver. Los vales eran destinados para comprar arroz, frijol, jabones, pasta de dientes, aceite, café y leche en polvo. A mi siempre me llamaba la atención las cajas de los cereales, tenía ganas de que compraran unos Corn Flakes, Fruti Lupis o algo similar. Se veían tan coloridos y prometían un desayuno completo con una familia feliz como si nada más importara. Trataba de convencer a mis papás sobre todo por el aporte “vitamínico” que daba en el desayuno, según decía en la caja, pero nunca pude convencerlos.
Mi desayuno consistía un vaso de leche en polvo con chocolate (el más barato era uno que se llamaba “choco-choco”) y con un huevo de alguna de las gallinas que teníamos. Me gustaba pero hacía falta un sabor más.
En pocas de esas idas a cambiar los vales, mi papá echaba al carrito un frasco de mermelada. Mi hermano y yo nos mirábamos y nos poníamos felices! Íbamos a probar esa textura pastosa pero dulce sabor a fresas!!.. Ni comprábamos fresas a lo largo del año pero en mermelada al fin teníamos algo que embarrar con un pan blanco.
Pero más allá del sabor dulce de la mermelada, nos daba felicidad de que mi papá tenía un poco más de dinero para permitirse comprarnos esa golosina. Era una sensación de tranquilidad de que le estaba yendo bien y que aunque sea por esa pequeña temporada, estábamos con el bienestar que requería mi familia. Es extraño, con ese pequeño detalle sentíamos que teníamos tranquilidad, seguridad y bienestar.
Ahora casi no compro mermelada por ser muy dulce y al ser propenso a tener diabetes por herencia, trato de evitarlo. Pero hoy la compré y el recuerdo de esos sentimientos vuelven a mi mente al tener la mermelada en mis manos. La veo con ese color rojo oscuro y al destapar, el olor a dulce con fresa, sonrío sintiéndome más a gusto.
En estas próximas semanas necesitaría comprar muchos frascos más. Para no sentirme tan presionado porque, al parecer, nuevamente estaré bajo el estrés con el que pocas veces sentimos en la vida.
2 comentarios:
De niño también tenía ciertas carencias, y si hay algo que siempre me provoca esa sensación de nostalgia por lo especial que era para nosotros que nos compraran algo diferente es la crema de cacahuate...
Si es increíble que después de los años podamos recordar sensaciones a partir de esos pequeños detalles ya sean por escuchar una canción, oler un perfume o saborear algo. :-)
Saludos!
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