Mi pequeño porcentaje de apatía que tengo hacia los perros se deriva a que tuve uno y se volvió traicionero. No sé porqué, quizá de chico lo maltrataron y lo hicieron algo desconfiado. Los perros que han vivido en casa desde cachorros siempre son tranquilos y hacen su chamba, en las noches cuidan y al menor indicio de cosas sospechosas inmediatamente ladran para avisar y se ponen bravos. Pero a partir de ese perro que llegó algo grande a casa ya no tengo el mismo sentimiento con esos animales.
En concreto, ese perro mordió a uno de mis amigos así de la nada. Se acercó a acariciarlo y se le lanzó a la cara cerca del ojo. Si me lo hubiera hecho a mi creo que no sería tan grave como el haber mordido a uno de mis amigos. De ahí que ya un perro no me causa tanta emoción a comparación de un gato. Ellos al menos sabes que su naturaleza siempre es así.
Hace aproximadamente 16 años murió el perro traicionero, pasamos un tiempo sin tener una mascota y supinos la necesidad que tenemos en tener a alguien en quién confiar sobre todo en las noches y cuando mi mama se quedaba sola en casa, mi papá trabajaba y yo me iba a la escuela y luego al trabajo. Un perro siempre nos ha ayudado en ahuyentar al menos a raterillos inexpertos.
Una madrugada, mi papá salió a trabajar, al abrir la puerta de la calle, parece ser que ese perrito lo envió su dios-perro y le dijo que se ganara el cariño de mi papá. Fue extraño toda la fiesta y muestras de cariño que mostró el perro para con mi papá al salir a la calle que hizo que lo metiera a casa y que le diera de comer. Desde ese día ese cachorro formaba parte de nuestra familia.
A pesar de que los cachorros siempre se ven bonitos, yo en mi pequeño rechazo a los perros sabía que se quedaría medio chaparro y que era muy corriente. Los demás decían que crecería mucho e iba a verse muy bonito. Desafortunadamente yo tuve razón. Hay perros corrientes que se sabe que son corrientes pero se parecen a alguna raza. Pueden decir que un perro es “pastor alemán” aunque solo descienda de ellos con la cruza de otras razas de perros. Pero éste perro de plano no se parecía a ninguna raza, ví catálogos de razas de perros y no tenía parecido ni siquiera de lejos. Él era la personificación de lo corriente. Era entre café, negro, amarillo y blanco, medio chaparro pero panzón, con ojos medio saltones y orejas cortas. Para un perro tan corriente le dimos el nombre más corriente “El firus” (abreviatura de firulais).
Siempre fue un perro que disfrutó la vida. En una borrachera, se tomó las bebidas de los vasos que dejaban en el piso y se emborrachó. Al siguiente día tuvo una tremenda cruda que terminamos llevándolo al veterinario, le pusieron suero. Una vez recuperado, no sé porqué motivo le tuvieron que poner un supositorio, ahí fue el acabose. Se enojó como nunca en su perra vida y salió echando bronca a cuanto perro de le ponía en frente. Desde ese día, fue una lucha salvaje tratar de llevarlo nuevamente al veterinario.
Lo atropellaron aproximadamente 3 veces (de las que nos enteramos), pero por su corrientez, siempre salió avante salvo algunos rasguños y después de días de recuperación volvía siempre de caliente con las perras que había en la cuadra. Su celo salía de lo normal y como era tan corriente, los dueños de las perras siempre querían evitar que se apareara con sus mascotas, pero siempre fracasaban. Algunos intentaban subir a sus perras a las azoteas de sus casas, pero el firus era capaz de subir a los carros estacionados frente a las casas (los rayaba con sus uñas) y desde el toldo saltaba para alcanzar a la perra en cuestión.
Desde hace dos años habíamos visto que en su vejez perruna, le comenzaba a costar trabajo caminar en los días fríos o nublados. Alguna especie de artritis o reumas padecía; con el tiempo se fue agravando hasta en los últimos meses que ya no caminaba, solo se levantaba para lo indispensable, hacer del baño y comer. Creo que también la vista le comenzó a fallar pero aún así nos reconocía y siempre avisaba cuando alguien estaba cerca de la casa de manera sospechosa o en las noches ladraba si algo no estaba bien. Ya no podía caminar pero siempre hizo su chamba.
Estábamos contemplando llevarlo al veterinario porque ya nos habían ofrecido “dormirlo” con una inyección. Acordamos que en el momento que no pudiera hacer del baño o que ya no comiera, sería cuando lo llevaríamos. Una noche de la semana pasada comió normal, pero notaron que estaba como muy desesperado, muy ansioso. Esas reacciones las he visto hasta en humanos, es algo extraño, al sentir ese tipo de desesperación y ansiedad cuando están muy enfermos, no augura nada bueno en la noche.
Mi mamá lo vió desde temprano, ya había muerto; creo que de todos en la familia ella es la que más lo resintió porque muchos años ese perro era su compañía en los días cuando nadie estaba en casa. Nos queda otro perro, es corriente pero no tanto. La primera noche no durmió, estuvo buscando a su compañero de un lado a otro de la casa y hasta adelgazó. Creo también ya comprendió que no lo volverá a ver. Siempre se deja un hueco cualquier animal que ya forma parte de nuestras vidas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario